En plena cordillera de los Andes, a más de 5.000 metros de altitud se encontraba el enterratorio de dos cuerpos momificados de casi seiscientos años de antigüedad. Esto había dado pie a leyendas y coplas en toda la quebrada de Humahuaca, desde tiempo inmemorial. Por eso, cuando le dijeron en la Universidad, que su expedición estaba aprobada, Pablo López, un científico arqueólogo de mediana edad, llevó la mirada al techo con aire de incredulidad.
- ¿Ahora me avisan que la expedición se hará?...¿Y por qué extraño designio del cielo me otorgan el presupuesto, luego de cinco años de pelearme con todo el mundo?
- Por ningún designio de ningún cielo…Salvo que quieras llamar Cielo al león dormido que se llama Discovery Channel…Ellos ponen la guita - Le contestó su Decano de turno, el Profesor Filgueiras.
- Ellos ponen el dinero pero si se descubre que las momias están allí tan lozanas como el día de su entierro y que soy su descubridor…¿A quién le corresponderán los laureles?...Y además ¿qué haremos con ellos?...¿Los llevaremos a un museo, los expondremos, los convertiremos en objetos para investigación o…los respetaremos como los seres humanos que fueron algún día? - reflexióno, con razones fundadas en la experiencia, Pablo.
- A la Ciencia, por supuesto y a nuestro país, Argentina donde están enclavadas las tumbas, corresponderá el hallazgo…Y tú serás quien verá cristalizado su sueño de encontrar a esos benditos seres prehistóricos…
Cuando la expedición llegó a la vieja aldea de Volcán, todos soplaron de alivio. Además del Dr. López, componían el grupo, Carolina, una joven profesora y arqueóloga ayudante de cátedra y la Dra. Susana Rozic, antropóloga especialista en la cultura Aymara. Además José un joven estudiante de quinto año de la carrera y Mariano, periodista y fotógrafo de Discovery Channel.
Todos portaban traje de expedicionarios, mochilas y esos pesados borceguíes obligados para quien se preciara de tal…Estaban muy cubiertos de tierra cuando se bajaron del jeep que habían alquilado en San Salvador. Y por qué no decirlo, estaban bastante asustados pues no habían recibido buenos comentarios en la ciudad: era muy curioso que dos expediciones anteriores habían sido sepultadas bajo los derrumbes de piedras tan característicos de la región. “Es yeta, es yeta – escucharon decir - No vayan que hay una maldición en ese cerro. Es que las momias no quieren ser encontradas y mucho menos, sacadas de su lugar”.
Aún así, siguieron con su misión y para cuando se puso el sol ya estaban todos muy acomodados en la única posada de Volcán, muy precaria pero muy soñada pues nunca un catre había sido tan cómodo para los esperanzados científicos.
A las seis y media tocó el despertador de Pablo. Fue quien se levantó primero y salió a dar un vistazo por el lugar. Compró bollos para el desayuno y el diario.
“NUEVA EXPEDICIÓN SALE EN BÚSQUEDA DE LAS MOMIAS SAGRADAS DE EL VOLCÁN”, decía en letras de molde, un titular. Y en letras pequeñas seguía:
“¿Será correcto sacar de su sueño ancestral a estos seres originarios de la zona y verdaderos dueños de la montaña? ¿Podrán sobrevivir los científicos de la Universidad Nacional de Jujuy o será otro intento malogrado?”
Pablo siguió caminando. Entró en la tienda de ramos generales a comprar algunas vituallas que le faltaban para la misión. Mientras entraba y salía de distintos sitios, tuvo la sensación de que todas las miradas del pueblo eran de desconfianza. Escuchó los chismorreos y supo que nadie estaba conforme con su llegada. Es más, todos lo maldecían por lo bajo y se persignaban cuando lo veían venir.
A las nueve de la mañana salieron camino a la montaña. Una verdadera aventura comenzaría.
- Ya estamos en viaje – dijo Carolina que se había calzado los lentes negros y un pañuelo en su cabeza al mejor estilo de actriz de cine de los ’60 -
- ¡Avanti bersaglieri, que la batalla e nostra! – gritó José muy contento de salir por fin de ese pueblo maldito.
- ¡Avanti! - le contestó Susana.
- ¡A ver, una foto! – canturreó Mariano y corrió a posar con todos antes de que su cámara se disparara.
Luego se encaramaron al jeep e iniciaron el ascenso que les llevó tres horas ininterrumpidas hasta que vieron la entrada a la famosa Cueva de las Momias, como se la llamaba. Vieron que, muy al contrario de lo que esperaban, estaba completamente tapada por un muro de enormes piedras.
Les llevó más de una semana, explosiones de por medio, despejar esa puerta de caverna hasta que la dejaron en condiciones para ser traspasada. Y más de diez días llegar al corazón de la misma donde se encontraron con una verdadera catacumba franqueada nuevamente por piedras de gran tamaño.
- Lo que me temía – dijo Pablo – Piedras que impiden entrar en el enterratorio… y ahora no podemos dinamitar pues es muy peligroso…Definitivamente, no podremos llegar a ellos…
- Pero…tal vez si sacamos las piedras en forma manual… - dijo un entusiasta José bajando varias piedras con sus propios brazos.
- ¡Imposible...Yo renuncio! – bajó sentencia la Dra. Susana Rozic.
- Yo igual – dijo Carolina.
Luego, todos, visiblemente agotados, se sentaron en un sector medianamente iluminado por un rayo invasor.
- ¿De dónde viene este rayo de luz? – dijo alguien.
- A ver… - contestó el Dr. Pablo López acercando la cara.
Luego tocó la pared de roca y sin querer, abrió una bóveda muy pesada e iluminada bajo un potente haz de luz. Allí vieron los dos cuerpos momificados de los hombres originarios, en perfecto estado de conservación.
Silencio, expectación, emoción…lágrimas que se escapaban de los ojos de cada uno de los miembros de la expedición. Nunca pensaron que las momias se encontraban en otro recinto más bien secundario y que sus enterradores las habían ocultado ahí para desorientar a posibles ladrones de tumbas.
- Nadie se mueva – dijo Pablo – Mariano, no se te ocurra sacar fotos. Lo que sí puedes hacer es filmar.
- Entremos despacio, cuidando de no tocar nada. Hay gran cantidad de ofrendas cerca de los cuerpos. Veamos de qué se trata – ordenó Susana.
Todos se acercaron muy lentamente y pudieron apreciar los tesoros que rodeaban a las momias. Objetos de oro, plata, cerámica, plumas, tejidos y diversos elementos en piedra tallada. Pero lo más importante: los cuerpos estaban desnudos cubiertos de una fina tela entretejida con hilos de oro. Eran un hombre y una mujer muy jóvenes y estaban tomados de la mano.
- ¡Uñtam Khitisa!1 – dijo la momia-mujer al tiempo que una lágrima salía de uno de sus ojos.
- ¿Cunatsa jachascta?2 – le contestó el hombre que también despertaba.
- Waliquitua 3 – dijo ella apretando su mano. Y ambos miraron a los boquiabiertos científicos que no daban crédito a lo que estaban viendo.
Dos seres que venían a ellos desde una cultura milenaria. Un hombre y una mujer aymaras que se despertaban luego de un largo sueño de seiscientos años en las entrañas heladas de la tierra. Era algo que sobrepasaba las expectativas del grupo de científicos en esa fría mañana de Enero. Observaron calladamente cómo salieron de su plataforma ceremonial poniéndose de pie para ver en dónde se encontraban; cómo se sacaban sus mantos de oro y cómo caminaron por la habitación recogiendo cada objeto allí depositado. Mientras encontraban una u otra cosa, reían y proferían pequeñas exclamaciones de alegría. Parecían dos niños asombrados por hallar y reconocer sus objetos más preciados…
A partir de allí todo fue vertiginoso. El mundo entero de disputó la propiedad de los jóvenes aymaras de la montaña y amplios debates éticos y morales se extendieron por doquier. La Iglesia Católica versus el Estado laico; Argentina versus Chile, Estados Unidos versus Argentina y Chile; la provincia de Salta versus la provincia de Jujuy…
- ¡ESTÁN VIVOS, SON PERSONAS! – decían los humanistas y los religiosos.
- ¡SON PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD! – decía la UNESCO.
- ¡SON DEL PUEBLO DE VOLCÁN EN LA PROVINCIA DE JUJUY!
- ¡SON DE ARGENTINA TODA!
- ¡SON DE LA CIENCIA!
Mientras tanto ella y él permanecían encerrados en una cárcel de cristal donde los colocaron con un microclima especial y donde los atendían mañana tarde y noche; donde hasta un traductor tenían. Pero ellos permanecían llorando sin poder entender el porqué de su realidad.
Por eso, cuando Pablo les alcanzó a cada uno una copa de cerámica sacada de sus objetos conocidos y no les dijo qué contenían, ambos bebieron sin dudar. Dormidos y aliviados regresaron a la montaña, a la espera de un reparador sueño ancestral.
- Adiós, hombre y mujer aymaras – dijo la Dra. Susana Rozic cuando hubo culminado de envolverlos en sus hilos de oro.
- Adiós, este mundo no está preparado para ustedes - balbuceó el Dr. Pablo López luego de ubicar sus ofrendas tal como estaban en el pasado.
- ¡Adiós! – musitaron en coro los demás.
Mariano, el periodista, esta vez no estaba con ellos.
Notas:
1 “Mira quién está aquí” en aymara.
2 “¿Por qué lloras?” “
3 “Estoy bien” “
ANY CARMONA