Llegó el invierno a Salta.
Los blancos cerros se elevan
sobre un brumoso colchón de niebla y nubes.
Como custodios del alma humana
que se debate ante la crisis
económica, existencial,
por enésima vez.
Las calles mojadas serpentean
entre los pequeños refugios humeantes.
Una mujer enciende la ilusión,
al comenzar el día,
por enésima vez.
El infinito natural nos envuelve
en su continuo devenir,
antiguamente escondido
entre las manos que emergen
como montañas de fuerza avasallante.
ANY CARMONA
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