El libro es nuestro amigo

El libro es nuestro amigo
El libro es nuestro amigo. Cuando un niño o un adolescente leen tiene la posibilidad de asomarse a mundos inusitados

El valor de las letras

Cuando un niño o un adolescente lee, vuela con su imaginación al infinito. Las letras nos hacen cabalgar sobre mundos extraordinarios, ser princesas entre castillos de ensueño, héroes salvadores de la humanidad o alegres saltamontes rodeados de mariposas y ráfagas de brisas primaverales. Podemos elevarnos con la quilla de algún barco pirata, saltar de una nave hacia el espacio sideral o cruzar la puerta de la realidad hacia sitios fantásticos. La literatura es magia para nuestra primera infancia tanto como aventura en la adolescencia o pasión en la juventud. Los cuentos, poemas y relatos son las alas del alma.

¡Como Alicia en el País de las Maravillas...pasemos juntos del otro lado!


Any Carmona

lunes, 29 de noviembre de 2010

EL VIEJO TREN por Manuel Cubero Urbano


Aquella nariz viva y humeante anunció en la distancia su llegada. La llegada del monstruo amigo que mostraba, orgulloso, su centenaria fecha de nacimiento. El tren, lento y pesado, pareció surgir del último rincón de la montaña. Desde la sima del recuerdo la veterana máquina exhalaba un cierto tufillo a abuelo socarrón. Su evocador silbido anunció, desafiante, la arribada. El corazón de mi vieja maleta palpitaba al compás de su rítmica canción. ¡Qué de nostalgias brotaron a borbotones entre sus rancias maderas!

MANUEL CUBERO URBANO

domingo, 28 de noviembre de 2010

EL TREN


Cuando llego a la barrera
veo venir el tren.
Lo precede una luz brillante
y una bocina estruendosa
abre su paso al andén.

El riel es de acero fuerte,
los durmientes
de quebracho son.
Una casa muy antigua
a la inglesa,
es la estación.

El tren es muy romántico.
Nos lleva
a los años cincuenta.
En el vagón comedor,
como torta
muy contenta.

El ferrocarril
hizo el país,
puso caminos de hierro,
comunicó a todas
las provincias
y fue motor de progreso.

Junto a nuevos desafíos
de fábricas,
poblados y sueños.
Queremos un nuevo tren
ágil, cómodo
y moderno.

Trencito de aventuras,
emoción y velocidad.
Anhelo oír tu tran-tran
trayéndonos
cartas y besos,
cosas ricas del campo
y un futuro de verdad.


ANY CARMONA

lunes, 22 de noviembre de 2010

LA CASONA ENCANTADA Y EL PAVO REAL cuento de Any Carmona

INTRODUCCIÓN:


Había una vez en un país llamado Lágrima, en aquellos años feudales de caudillos y damas antiguas, una muchachita que era llamada Princesa de las Pampas. Vivía con su padre en una gran propiedad, una casona colonial que se erigía en medio de un extenso bosque donde corrían varios arroyos y donde una gran variedad de especies de animales y plantas, surcaban su suelo.
La princesita se llamaba Cándida y su padre era nada menos que el Gobernador Antonio Cabeza de Vaca. Un señor bastante temido por todos debido a su arrogancia y autoritarismo. Había ordenado, entre otras cosas que su hija no saliera del palacio sin su autorización ya que pensaba que en la gran casona no debía faltar nada y que todo lo que necesitara su niña debía serle traído desde el mercado o desde el exterior, si fuera necesario
Formaban la corte de la Princesa Cándida, varias jóvenes hijas de otros señores de la Pampa que por ser tan amigas de la Niña, habían sido asignadas a su servicio de compañía. Así las señoritas Azucena Baldazarre, María de las Mercedes Gutiérrez y León, Camila Barrotaveña y Mirian Calderón, se hicieron asiduas huéspedes del Palacio y se dedicaron a “entretener” a la Princesa Cándida Cabeza de Vaca.
El castillo del Gobernador Señor de las Pampas, estaba bordeado por caseríos en donde vivían todos los sirvientes, formando una verdadera ciudadela en medio del bosque.
Era sabido que ese gran castillo estaba encantado debido a muchas cosas que venían sucediendo desde tiempo atrás. Porque desde que la Señora, madre de la Niña había caído enferma y recluida en el torreón, una curandera y hechicera llamada Juana, venía todos los días a atenderla y era ella quien había lanzado un conjuro hacia el lugar. Los sirvientes no sabían qué pensar porque las desgracias caían una tras otra sobre la casona y nada de lo que pudieran hacer ellos, hacía que dejaran de suceder tales hechos.


CAPÍTULO I: Como estatuas de hielo


El siguiente hecho sucedió en el año que llegó el invierno e hizo tanto frío que toda la leña de la comarca no alcanzó para proveer a la casona de calor. La princesita tenía dieciseis años de edad.
Justo en ese momento el Gobernador estaba muy ocupado haciendo planes para instalar todas las comodidades que existían en la época pero no llegó a tiempo de calentar su residencia.
Una mañana Cándida se despertó muerta de frío. Miró hacia la ventana y vio que el vidrio estaba escarchado a pesar de contar con una cortina gruesa que lo tapaba por fuera.

- ¡Padre, padre!...¡Tengo frío!...¿Qué sucede, es que no hay leña?...¡María, ven pronto! – Llamó la Niña a su padre y a su criada.
La criada acudió a verla y ya estaba ella misma envuelta con un manto muy grande de lana de oveja que le tapaba las orejas y la boca.

- Hoy ha amanecido gélido y no alcanza la leña para luchar contra tanto frío – Dijo María trayendo varias mantas para tapar a Cándida.
- ¡Grrrrrrrrrrrr!...no puedo más del frío - Dijo la niña y se acurrucó nuevamente en su cama debajo de una montaña de frazadas.


Miraron afuera y vieron que todo estaba congelado, petrificado por el frío. Poco a poco comenzaron a congelarse los arroyos, los árboles y las flores. Las personas quedaron hechas estatuas de hielo y solo dentro del palacio sus habitantes pudieron mantenerse con vida gracias a las carretadas de leña que llegaban de todos lados por orden del Gobernador Cabeza de Vaca. La Niña Cándida tuvo que vestirse con vestidos de fieltro y andar por la casa con guantes, gorro y bufanda y sus amigas decidieron volver a sus hogares hasta que pasara el invierno. Porque afuera del bosque el clima era mucho más benigno y si bien hacía frío, era soportable. Cándida se sentía igual que una escultura de hielo o una muñeca de nieve. Fue allí cuando comprendieron que eran víctimas de un hechizo y que debían hacer algo para deshacer ese mal.

El Señor de las Pampas mandó llamar a un duende del bosque, famoso por luchar contra conjuros, hechizos, maleficios y otras yerbas. Era el Petiso o Duende de luz, quien acudió luego de asegurarse bien que sería muy bien tratado por la gente del lugar. Como era un duende bueno ayudó al Gobernador y a su hija. Saltando aquí y allá y tocando con una vara de madera cada rincón, levantó el maleficio que había caído sobre la casona, la estancia y el bosque. Se derritieron los hielos. Revivió la gente y la Naturaleza se despertó.
He aquí la historia del primer gran desastre que aconteció en las Pampas del País Lágrima. Porque hubo muchos más, lamentablemente...



(Continuará)

domingo, 21 de noviembre de 2010

EL DUENDE DORADO por Julia del Prado


El duende Dorado se ha posado en las hojas de este otoño y con suavidad toma en sus manos tres claveles blancos de la laguna azul, desde donde contempla su imagen traviesa.

Se bailaba una rumba dorada alrededor de la laguna de los milagros que la animaba con gracia y elocuencia Zimpa, el duende. Justo en ese momento asoma en su espejo de agua tres hojillas blancas que al compás de la música se convierten en tres gráciles danzarinas, luego aparece en el firmamento Anita, la hada madrina y con su varita mágica las convierte en tres cisnes que desde entonces hacen la delicia de los visitantes.



Julia del Prado (Perú)

MI GATITA LUNA























Mi gatita Luna
tenía ojos de tigresa.
Plateados y negros
en un iris profundo.
Me miraba muy fijo
encaramada en la reja
movía su cola
y observaba el mundo.


La llamamos Luna
porque estaba distante,
porque era gris moteada
como una luna apagada.
Porque dormía arriba
sobre un gran estante.


Se acomodaba mi gata
sobre alguna silla.
Pesada e inmóvil,
parecía una estatua.
Dormía y ronroneaba
casi toda la tarde
solo se levantaba
cuando tenía hambre.


Luna era sensual
en su suave traje.
Era gorda y glotona
y muy cariñosa.
Buscaba la estufa
cerca del calor.
Parecía un peluche
o un almohadón.


Micha, Michina,
Lunita querida.
Elegiste un día
vivir en otra casa.
Nos dijiste adiós
con tu fina mirada.
Siempre te recuerdo,
Pelota de terciopelo,
te quedaste dormida
y aún estás en mi silla.


ANY CARMONA

miércoles, 10 de noviembre de 2010

EL PRINCIPITO por Antoine de Saint Exuperí - Capítulos XII, XIII y XIV (Para niños y jóvenes desde 10 años)

El siguiente planeta estaba habitado por un bebedor. Esa visita fue muy corta, pero hundió al principito en una gran melancolía:

- Qué haces ahí ? – le dijo al bebedor, que encontró instalado en silencio ante una colección de botellas vacías y una colección de botellas llenas.
- Bebo – respondió el bebedor, con aire lúgubre.
- Por qué bebes ? – le preguntó el principito.
- Para olvidar – respondió el bebedor.
- Para olvidar qué ? – inquirió el principito, que ya lo compadecía.
- Para olvidar que tengo vergüenza – confesó el bebedor bajando la cabeza.
-  Vergüenza de qué ? – se informó el principito, que deseaba socorrerlo.
- Vergüenza de beber ! – concluyó el bebedor que se encerró definitivamente en el silencio.
Y el principito se fue, perplejo.
Los adultos son decididamente muy pero muy extraños, se decía a sí mismo durante el viaje.

Capítulo XIII:


El cuarto planeta era el del hombre de negocios. Estaba tan ocupado que ni siquiera levantó la cabeza cuando llegó el principito.
- Buen día – le dijo éste. – Su cigarrillo está apagado.
- Tres y dos son cinco. Cinco y siete doce. Doce y tres quince. Buenos días. Quince y siete veintidós. Veintidós y seis veintiocho. No tengo tiempo de volver a encenderlo. Veintiséis y cinco treinta y uno. Uf! Eso da entonces quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno.
- Quinientos millones de qué ?
- Eh? Todavía estás ahí ? Quinientos un millones de... ya no sé... Tengo tanto trabajo ! Yo soy un hombre serio, no me entretengo con tonterías ! Dos y cinco siete...
- Quinientos un millones de qué – repitió el principito, que nunca jamás había renunciado a una pregunta una vez que la había formulado.
El hombre levantó la cabeza:
- Desde hace cincuenta y cuatro años que habito este planeta, no fui perturbado más que tres veces. La primera vez fue, hace veintidós años, por un abejorro que había caído de Dios sabe dónde. Producía un ruido espantoso, y cometí cuatro errores en una suma. La segunda vez fue, hace once años, por una crisis de reumatismo. Me falta ejercicio. No tengo tiempo de pasear. Soy una persona seria. La tercera vez... es esta ! Decía entonces quinientos un millones...
- Millones de qué ?
El hombre de negocios comprendió que no había ninguna esperanza de paz:
- Millones de esas pequeñas cosas que se ven a veces en el cielo.
- Moscas ?
- Pero no, de esas pequeñas cosas que brillan.
- Abejas ?
- Pero no. De esas pequeñas cosas doradas que hacen soñar a los holgazanes. Pero yo soy una persona seria ! No tengo tiempo para ensoñaciones.
- Ah! estrellas ?
- Sí, eso. Estrellas.
- Y qué haces con quinientos millones de estrellas ?
- Quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno. Yo soy un hombre serio, soy preciso.
- Y qué haces con esas estrellas ?
- Qué hago con ellas ?
- Sí.
- Nada. Las poseo.
- Posees las estrellas ?
- Sí.
- Pero yo ya he visto un rey que...
- Los reyes no poseen, "reinan" sobre. Es muy diferente.
- Y para qué te sirve poseer las estrellas ?
- Me sirve para ser rico.
- Y para qué te sirve ser rico ?
- Para comprar más estrellas, si alguien encuentra.
Éste, se dijo el principito, razona un poco como mi borracho.
Sin embargo, siguió preguntando:
- Cómo se puede poseer las estrellas ?
- De quién son ? - replicó, gruñón, el hombre de negocios.
- Qué sé yo. De nadie.
- Entonces son mías, porque se me ocurrió primero.
- Es suficiente ?
- Desde luego. Cuando encuentras un diamante que no es de nadie, es tuyo. Cuando encuentras una isla que no es de nadie, es tuya. Cuando eres el primero en tener una idea, la haces patentar: es tuya. Y yo poseo las estrellas, puesto que nunca nadie antes que yo pensó en poseerlas.
- Eso es verdad – dijo el principito. – Y qué haces con ellas ?
- Las administro. Las cuento y las recuento – dijo el hombre. – Es difícil. Pero yo soy una persona seria !
El principito no estaba aún satisfecho.
- Yo, si poseo un pañuelo, puedo ponérmelo alrededor del cuello y llevarlo. Yo, si poseo una flor, puedo recogerla y llevarla. Pero tú no puedes recoger las estrellas !
- No, pero puedo invertirlas en el banco.
- Qué significa eso ?
- Significa que anoto en un papelito la cantidad que tengo de estrellas. Y luego guardo ese papel en un cajón con llave.
- Y eso es todo ?
- Con eso basta !
Es divertido, pensó el principito. Es bastante poético. Pero no es muy serio.
El principito tenía sobre las cosas serias ideas muy diferentes a las de los adultos.
- Yo – agregó – poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino todas las semanas. Porque deshollino también el que está apagado. Nunca se sabe. Es útil para mis volcanes, y es útil para mi flor, que yo los posea. Pero tú no eres útil para las estrellas.
El hombre de negocios abrió la boca pero no encontró nada para responder, y el principito se fue.
Los adultos son decididamente muy extraordinarios, se decía simplemente a sí mismo durante el viaje.

Capítulo XIV:


El quinto planeta era muy curioso. Era el más pequeño de todos. Había en él justo el lugar necesario para alojar un farol y un farolero. El principito no lograba explicarse para qué podían servir, en algún lugar del cielo, en un planeta sin casa ni población, un farol y un farolero. Sin embargo se dijo a sí mismo:

"Posiblemente este hombre es absurdo. Sin embargo es menos absurdo que el rey, que el vanidoso, que el hombre de negocios y que el bebedor. Al menos, su trabajo tiene un sentido. Cuando enciende su farol, es como si hiciera nacer una estrella más, o una flor. Cuando apaga su farol, se duermen la flor o la estrella. Es una ocupación muy linda. Es verdaderamente útil porque es linda."
Cuando abordó el planeta saludó respetuosamente al farolero:
- Buenos días. Por qué apagaste recién tu farol ?
- Es la consigna – respondió el farolero – Buenos días.
- Qué es la consigna ?
- Apagar mi farol. Buenas noches.
Y volvió a prenderlo.
- Pero por qué volviste a prenderlo ?
- Es la consigna – respondió el farolero.
- No comprendo – dijo el principito.
- No hay nada que comprender – dijo el farolero. – La consigna es la consigna. Buenos días.
Y apagó su farol.
A continuación se secó la frente con un pañuelo a cuadros rojos.
- Tengo un oficio terrible. Antes sí era razonable. Apagaba a la mañana y encendía a la noche. Tenía el resto del día para reposarme, y el resto de la noche para dormir...
- Y desde esa época, la consigna cambió ?
- La consigna no cambió – dijo el farolero. – Ésa es la desgracia ! El planeta fue girando de año en año cada vez más rápido, y la consigna no cambió !
- Y entonces ? – dijo el principito.
- Entonces, ahora que da una vuelta por minuto no tengo ni un segundo de reposo. Prendo y apago una vez por minuto !
- Tiene gracia ! Los días acá duran un minuto !
- No tiene ninguna gracia – dijo el farolero. – Hace ya un mes que estamos conversando.
-Un mes ?
- Sí. Treinta minutos. Treinta días ! Buenas noches.
- Y volvió a encender su farol.
El principito lo miró y se sintió cautivado por ese farolero que era tan fiel a la consigna. Recordó las puestas de sol que él mismo iba antes a buscar, corriendo su silla. Quiso ayudar a su amigo:
- Sabes... conozco una manera de descansar cuando tú quieras...
- Siempre quiero – dijo el farolero.
Porque se puede ser fiel y perezoso al mismo tiempo.
El principito prosiguió:
- Tu planeta es tan pequeño que puedes darle la vuelta en tres zancadas. No tienes más que caminar bien lentamente para permanecer siempre al sol. Cuando quieras descansar, caminarás... y el día durará tanto como lo desees.
- Eso no es un gran avance – dijo el farolero. - Lo que me gusta en la vida es dormir.
- Es una lástima – dijo el principito.
- Es una lástima – dijo el farolero. Buenos días.
Y apagó su farol.
"Ése – se dijo el principito mientras proseguía su viaje – ése sería despreciado por todos los otros: por el rey, por el vanidoso, por el bebedor, por el hombre de negocios. Sin embargo, es el único que no me parece ridículo. Es, quizá, porque se ocupa de algo más que de sí mismo."
Suspiró con tristeza y se dijo además:
"Ése es el único que podría haber sido mi amigo. Pero su planeta es, a decir verdad, demasiado pequeño. No hay en él lugar para dos..."
Lo que el principito no se atrevía a confesarse, es que extrañaba ese planeta bendito debido, principalmente, a las mil cuatrocientos cuarenta puestas de sol por cada veinticuatro horas !

(Continuará)

martes, 9 de noviembre de 2010

LA RANITA (II) por Manuel Cubero Urbano
















Anoche la vi escondida
en la orillita del mar.
Tiene la mirada hundida
Y no deja de llorar.

-¿Por qué llora mi ranita?
-Es que no puedo saltar,
pues me falta una patita
que un sapo me fue a arrancar.

No me llores amiguita
que yo te la iré a buscar,
y al sapo, de mañanita,
yo se la he de quitar.

Para que corras y saltes…
y no pares de cantar.
Que la charca, sin tu canto,
Muy triste se quedará.

MANUEL CUBERO URBANO

LA RANITA (I) por Manuel Cubero Urbano


















En la orillita del río
anoche la oí llorar:
era una pobre ranita.
-Croac, croac, croac.

Yo a su lado me acerqué,
pues la quise consolar,
y ella, sólo respondía:
-¡Croac, croac, croac!

-¿Por qué lloras? -le pregunto.
-No pararé de llorar
hasta que el agua del río
croac, croac, croac.

-Hasta que el agua del río,
sea salada como el mar,
y en ella ahogue mis penas,
croac, croac, croac…

Como silencio guardé,
ella contempló mi cara,
y al verme triste me dijo:
-¿Croac, croac, croac?

Quien escucha a sus vecinos
Algo bueno tiene ya.
Por eso voy a repetirte:
Croac, croac, croac.

-¿Qué me dices tú, ranita?
¡Ay, qué alegría me das!
¡Que ya somos amiguitos!
Croac, croac, croac.

Y todos los que nos lean
Que aprendan esta lección:
Escuchar a quien nos habla
Es de buena educación.
Cronch, cronch, cronch, cronch.


MANUEL CUBERO URBANO