Capítulo III: La bendición
Cándida llegó a la Reserva luego de atravesar un terreno desierto que tenía casi un kilómetro. Sintió que iba acompañada por seres invisibles. Pudo ver las luciérnagas que la iluminaban y sintió a muchos duendes que le marcaban el camino. Cuando llegó, una india anciana tomó las riendas de su mula y la llevó a la gran carpa central donde se encontraba el Cacique llamado Quincén.
- Entra, hija, que el Jefe te espera – le dijo la mujer, quien la ayudó a bajar de su mula.
Cándida vio una escena muy seria en el interior de la carpa: varios indios estaban sentados en círculo en el centro, alrededor de un fuego y compartían un líquido caliente. La hicieron sentar y le ofrecieron una taza.
- ¡Buenas y santas! He sabido que quieres consultar a nuestros adivinos –dijo el Cacique.
- Sí, ha caído una maldición sobre nuestro país Lágrima y mi madre continúa prisionera de mi padre. La ha declarado loca y deseo liberarla.
- Pues bien, dejemos actuar al humo que nos dirá las respuestas.
Cándida bebió el líquido dulce y caliente que le ofrecieron. Era mate cocido con azúcar quemada…exquisito…Y se puso a observar el humo que subía desde el fogón que ardía en el medio de la rueda.
Pasaron unos minutos eternos hasta que el Gran Adivino de la tribu habló:
- Tu país, que es el nuestro también, está atravesado por una gran Maldición que una bruja llamada Juana y a quien ya no deben dejar entrar en la propiedad, ha derramado sobre vosotros. Esa maldición consiste en la tristeza y desesperanza de su pueblo por diferentes vías: enfermedad, hambre, frío y falta de amor ¿Estás dispuesta a cumplir con todas mis indicaciones para hallar la solución?
- Lo que usted me indique cumpliré – contestó la Niña.
- Bien. Todas las mañanas acudirás a la laguna y beberás agua de ella, lo harás con este cuenco sagrado que perteneció desde todos los tiempos, a nuestra cultura y que ahora te ofrezco para que puedas realizar esta Bendición – Tomó el anciano uno de los cuencos de oro que se encontraban a su lado y siguió hablando - Luego de tomar el agua, llevarás esta también a tu madre que se encuentra en el torreón. Pero recuerda no revelar a nadie sobre tu cometido, esto debe ser un secreto entre nosotros. Al cabo de siete días sentirás un cambio en tu vida. Además llevarás a tu casona una mascota de regalo, a la que debes cuidar y querer con todas tus fuerzas hasta ver qué sucede. Cuando esto ocurra ven a verme nuevamente.
Inmediatamente se abrió una cortina de cuero y entró un indio con algo entre los brazos. Era la mascota.
- ¿Qué es? – dijo Cándida.
- Es el gran Pavo Real de la tribu que ahora te llevarás y convertirás en tu mascota regalona. Ve y espera lo que sucederá. Se levantó el anciano y dio por terminada la reunión.
- Gracias Gran Adivino. Cumpliré con mi misión.
Así fue como Cándida regresó a su casa muy entrada la medianoche. Iba acompañada por una jaula de mimbre que albergaba un pájaro parecido a un pavo como esos que se comen, pero que era color azul y tenía una cola muy larga y muy emplumada que permanecía cerrada.
Entró por la misma puertita que había salido y vio cómo ésta era clausurada a sus espaldas por una mujer envuelta en mantones, que no quiso ser reconocida.
Cándida dejó la jaula en el gallinero y se acostó, muy cansada, en su habitación.
Así se inició una etapa en la que la Niña Cándida concurría todas las mañanas a la laguna e introducía el cuenco de la tribu en el agua, bebía y luego llevaba de la misma a su madre.
- Hija querida, me dices que, por mi bien, beba de esta copa de oro pero no quieres decirme para qué es – protestaba cada día su madre - Confío en ti –Terminaba diciendo su madre antes de beber.
- Bebe madre que pronto todo cambiará en la casona, en nuestra familia y en nuestro país, ya verás.
Mientras tanto en el gallinero, el nuevo pavo era cuidado con atención por la criada de la princesa. Todos los días le llevaba los mejores bocados: cereal seleccionado, almendras, pasas y agua de lluvia para beber.
- Te llamarás Estrella Azul. Yo te amaré y tú confiarás en mí y me mostrarás tu gran cola emplumada en abanico. Lo harás cuando realmente te sientas bien en este lugar –le decía Cándida con gran ternura. El pájaro la miraba y reposaba dentro de su corral. Se lo veía triste y muy quieto a pesar de las atenciones de la Niña.
Pasaron los días y llegó el último para que se cumpliera la semana. La princesita se preparó para ver qué sucedía. Fue al gallinero y se sentó frente a su querido pavo real. Esperó y esperó, llegó la medianoche pero nada aconteció…
¿Qué había hecho mal la princesita?¿Cambiaría la situación o había algo más que aprender?
(Continuará)
Pues esperemos la siguiente parte. Feliz Año Nuevo, Any
ResponderEliminarManolo
Gracias Manolito, a ver si me escribes algo de tus lindas letras en el blog...Besos...Any
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