Capítulo IV: La llave de la Felicidad
Al ver la princesa de las Pampas que el Maleficio no había sido derrotado, trató de recordar las palabras del Gran Adivino de la tribu y pensó que tal vez se había olvidado de algo. Pero no, tal cual se le había explicado, ella había realizado su misión. Estaba muy desconcertada y triste. Sentía Amor por su madre, su país y su gente…y sin poder contenerse, comenzó a llorar.
- ¡Por favor, Estrella Azul, dime qué he hecho mal!...¡Quiero ayudar y no logro hacer nada bien! buaaaaaaaaaaa!...¡Soy muy desdichada!
La Niña Cándida se tomó la cara entre las manos y lloró tanto que sus lágrimas salpicaron el plumaje del pájaro azul. Como pequeños brillantes, las lágrimas cayeron sobre el pavo real que ahora desplegaba su gran cola en abanico mostrando bellos arabescos en color azul matizado de oro.
Cándida asistió impávida al bello espectáculo y pudo ver cómo lentamente se iba forjando la figura de un joven indio. Era alto, moreno, delgado y de largos cabellos renegridos cubiertos de una corona de plumas azules matizadas de oro. Tenía una estrella azul tatuada en su frente.
- Ya no llores Niña. Tus lágrimas de Humildad nos han salvado. Aquí estoy para ayudarte – le dijo a la princesita.
- ¿Pero quien eres? – contestó ella.
- Soy el hijo primogénito del Cacique Quincén. A causa de un conjuro, fui convertido en pavo real al nacer. Hombres blancos armados pertenecientes al ejército de tu padre, lo hicieron para impedir que al asumir como cacique, yo llevara a nuestra tribu a la libertad, salvándola de la Reserva. Mi padre, enfermo y cansado ya no pudo evitar nuestra derrota y dejó que se construyera el gran muro que nos separa del resto del país.
- Pero…¿y el pájaro azul, dónde está? ¿Qué has hecho con mi mascota? – dijo la Niña con aire de desconfianza.
- No había mascota, era yo convertido en pavo real…¿no lo entiendes? – dijo el joven mirando a la princesita, tomándole las manos.
- Sí pero es que…extraño a mi mascota…yo la quería ¿sabes? – dijo la niña.
- Mírame, mírame a los ojos…¿Qué ves en ellos? ¿No puedes ver que también te quiero?– preguntó el joven desesperado.
- ¡Eres tú!...¡Eres tú! – dijo la Niña mirándolo a los ojos. Luego se lanzó a sus brazos presa de un impulso de amor.
Mientras tanto en la casona todo comenzaba a cambiar: El Señor Gobernador subió al torreón y visitó a la Señora Madre de la Niña Cándida. Le propuso regresar a sus antiguos aposentos y recobrar la jerarquía de Gobernadora.
- ¡Oh!, mi querida Señora, por favor, ¡acéptame de nuevo como tu fiel esposo y ven a reinar dentro de tu hogar! - le dijo arrodillado frente a ella - Te pido Perdón. ¿Me perdonas por todo el daño que te he hecho?
- Sí, te perdono porque se que no eras tú quien actuaba así sino que estabas bajo los influjos de un tremendo maleficio.
torreón del atalaya.
- ¿Y cómo harás eso? – preguntó la madre de Cándida.
- Colgaré todas tus pinturas de las paredes de nuestra casa. Y no solo eso. Haré publicar todos tus escritos en libros hermosos que regalaremos a nuestro pueblo amado. Con educación y bonanza económica podrá salir del estado de abandono en que se encuentra.
- Bien…¡que así sea! – Dijo la Señora bañada en llanto de alegría. Una alegría que no sentía desde hacía demasiado tiempo.
En el pueblo se produjo un milagro. Los jóvenes indios de la Reserva venían a ver a las señoritas casaderas y las conquistaban con sus destrezas a caballo y sus bellos torsos desnudos que parecían de ébano esculpido. Así fue como las Niñas María de las Mercedes, Miriam, Azucena y Camila, muy amigas de la princesita Cándida, se casaron con unos indígenas pampas muy jóvenes llamados Trueno, Águila Blanca, Pez Dorado y Puma, respectivamente.
Además, en las escuelas se comenzó a enseñar todo de manera bilingüe, es decir en dos idiomas. El de los indígenas y el de los habitantes blancos. Y no solo eso, también las escuelas fueron mixtas de niños y niñas, y de razas mezcladas. Con lo cual todos se hicieron amigos de todos y reinó una mayor Solidaridad.
En los campos se cultivaron todo tipo de alimentos y ese año hubo excedentes en la cosecha. Las vacas dieron leche con crema y las abejas fabricaron tanta miel que los panales chorreaban formando verdaderos arroyos del dulce manjar.
Y el clima se hizo templado. Nunca más el frío azotó las espaldas de los pobres sino que un tibio sol acompañó para siempre, el trabajo de toda la gente.
Pero lo más importante fue que la riqueza se comenzó a repartir de manera equitativa entre toda la población sin importar su raza, religión o creencias. Y en la casona se festejó el más lindo casamiento que se pudiera imaginar:
La princesita Cándida Cabeza de Vaca con el Cacique pampa Estrella Azul ingresaron por la famosa puertita del paredón. Juana, una viejecita que ya no era bruja sino que era quien tenía la llave y podía abrir o cerrar el paso de la Felicidad, les abrió el camino hacia la casona donde todo había vuelto a la normalidad. Finalmente, con su recuperado poder para hacer el Bien, permitió a todos superar tantos años de crisis, pesares y conjuros.
A su alrededor estaban todos los sirvientes de la estancia que ahora se habían agremiado y cobraban buenos sueldos. Y junto a ellos, estaba toda la tribu de los indios pampas que habían salido de la Reserva tras derribar el muro que los separaba del país Lágrima. Todos juntos iniciaron una convivencia de Justicia, Tolerancia y Paz.
- ¿Aceptas al Cacique Estrella Azul, alias Pavo Real, como esposo para amarlo, respetarlo y cuidarlo en la enfermedad o en la salud hasta que la muerte los separe?
- Sí acepto – dijo Cándida con lágrimas en los ojos que miraban embelezados a su joven novio.
- ¿Y tú aceptas a Cándida Cabeza de Vaca para quererla, respetarla y cuidarla en la enfermedad y en la salud hasta que la muerte los separe?
- Sí, acepto.
- Bueno – dijo el Juez – ¡Los declaro marido y mujer ante la mirada de los dioses, bajo el Cielo de nuestro nuevo y rebautizado por todos nosotros, País Sonrisa!
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado: FIN
Hola Profe...¡me encantó este cuento!...Terminó bien, menos mal...Gracias por sus envios que comparto con las chicas...Besito...Alba
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