En la casa de Blanca pasaban las horas y no había noticias del gato Jerónimo. La niña estaba parada al lado del reloj de la sala. Veía ir y venir el péndulo y su corazón quería salirse de su pecho. Tanta era su preocupación. “Tic-tac, Tic-tac”, seguía el reloj al paso del tiempo.
- No puedo más…No puedo seguir aquí parada sin saber qué pasó con los gatitos …¿Vamos al zoológico a buscarlos, Mami? - preguntó Blanca a su mamá.
- Sí querida, al fin te has decidido…¡vamos a buscar a Jerónimo y a Leoni! –contestó su mamá Cecilia - ¡Súbete a la camioneta! – le ordenó a su hijita.
Inmediatamente Cecilia tomó las llaves y la mano de Blanca y se subió junto con ella a su vehículo. Aceleró con fuerza y salió a toda velocidad en búsqueda de sus mascotas. Pronto llegaron al zoológico y pudieron hablar con el Doctor quien les contó lo sucedido.
- Acá están, menos mal que no les pasó nada…¡mira cómo duermen! –dijo Cecilia mientras se asomaba despacito a ver a los gatos.
- Hola mis michis, al fin los encontramos – dijo Blanca muy emocionada. Acariciaba a Leoni y lo miraba cuidadosamente para comprobar que no estuviera lastimado.
- El está perfectamente bien, no se preocupen – dijo el Doctor – Ya pueden llevarlos a casa.
Regresaron muy contentas de vuelta al campo. Rieron y comentaron las aventuras de Leoni.
- Miau, miaaaaaaau – dijo Jerónimo.
- ¡Michi micifuz! – le contestó Blanquita acariciando su pancita – Estás bien, querido amigo y tu gatito Leoni también.
Pronto llegaron a casa donde Nieve y Joel los estaban esperando en la puerta de entrada.
Nieve se había acicalado con un pañuelo rojo al cuello y Joel montaba guardia para divisar muy bien cuando llegara la camioneta gris de la familia.
- ¡Al fin, al fin los tengo a todos de vuelta! – dijo Nieve en un maullido.
- Hola querida – dijo el gato Jerónimo.
- Hola mi amor…¡Eres mi héroe! –contestó Nieve.
- Hola chiquitín…¡Qué aventura más loca! – dijo Joel.
- Hola a todos…¡Qué hambre tengo! – Gritó Leoni mientras lamía a su madre, a su amigo el perro y a sus hermanitas.
- Vengan mis bebés, vengan a tomar la leche – dijo Nieve y puso a todos sus gatitos a tomar la teta. Y hasta el amiguito Gati fue invitado. ¡Qué rico! - Dijeron los gatitos mientras se prendían a mamar.
Todos se pusieron a observar la dulce escena que se había gestado: la blanca gata Nieve dando de mamar a los pequeños gatitos. ¡Qué ternura!... Y respiraron tranquilos porque, después de todo, no había pasado nada grave.
Cuando la familia se sentó a cenar esa noche. Tuvieron una charla muy instructiva sobre los animales que viven en los zoológicos.
- Al final no pudieron liberar a los animalitos del zoo que están presos y no pueden ser felices – dijo Blanca a sus padres.
- ¡Pero qué ocurrencia! ¿Cómo se les ocurrió pensar en algo así?...La forma de ayudarlos no es esa – dijo el padre de Blanca.
- ¿Y cómo se los puede ayudar? – preguntó la niña.
- Apoyando a los movimientos que defienden a los animales. Se llaman ONG, organizaciones ecologistas y naturalistas. Ellos luchan para que no se extingan o sea para que no muera su raza y para que puedan vivir felices en su hábitat, lejos del cautiverio de los zoológicos donde si bien se los cuida mucho, nunca están como en su propio medio.
- En la escuela nos hablaron de eso – dijo Blanca. – A partir de mañana le diré a la maestra que me enseñe más sobre el tema.
- Muy bien, querida. Ahora debes explicarles a tus gatitos cómo es la cosa. Diles que esto llevará mucho tiempo hasta que todos entendamos que los zoológicos no tienen razón de ser. El hombre debe construir más parques naturales para que los animales puedan vivir tan bien como en la selva y donde la gente pueda ir a visitarlos. ¿Comprendes hija?
- Sí, Papá, les explicaré para que nunca más se les ocurra armar un lío como el de hoy…¡Ja, ja! – rió Blanquita.
La cena se desarrolló con tranquilidad: El papá, la mamá y la hija charlaban en la mesa. La gata seguía alimentando a sus gatitos en un rincón de la galería. y el perro Joel dormía placidamente junto a Jerónimo, al calor del hogar.
La familia estaba nuevamente reunida… “¡Qué paz!” Pensó Blanquita.
(Continuará)