Otro día, el que resolvió salir a ver el mundo fue Leoni, el gatito atigrado, único varón entre los hermanos. Fue a charlar con Joel, el perro orejudo y consejero que era su amigo más fiel.
- Dime Joe, ¿cómo es el mundo allá afuera?
- El mundo es muy interesante. Los animales como nosotros no son libres sino que están entre rejas. En un lugar que se llama zoológico. Allí los llevan los hombres para diversión y deleite de los niños – contestó el perro.
- ¡Uy!...¿Pero no se escapan?
- No pueden, están prisioneros. Por eso tú debes estar muy contento acá, con nuestros amos que nos cuidan, nos dan de comer y no nos impiden salir cuando queremos. Somos libres.
- ¡Soy libre de salir cuando quiera!...Eso es lo que quería saber – dijo Leoni muy contento.
Esa noche decidió salir a buscar aventuras. Se juntó con un gato vagabundo amigo llamado Gati, quien se interesó en ir a ver a los pobres animalitos del zoo, con la idea de ayudarlos a escapar.
- Vamos, ya se hizo de noche y nadie nos verá – le dijo Leoni a Gati.
- Vamos, sin hacer ruido… Vamos caminando hasta la estación de servicio. Será allí donde podremos subirnos a algún auto para llegar a la ciudad – dijo Gati.
- ¡Qué buena idea…sí…vamos! - Y partieron por el sendero hacia la salida de la casa con rumbo a la ruta.
Por suerte (¿o mala suerte?) pudieron subirse a la caja de una camioneta que iba hacia la ciudad donde procurarían bajar cuando pasaran por la puerta del zoológico que, según habían oído, quedaba justo en las afueras.
- ¡Abajo, salta! - Ordenó Leoni a Gati cuando vio el cartel que decía ZOOLOGICO.
- ¡Sí, vamos que ya llegamos!- contestó saltando, su amigo. Leoni lo siguió.
Entraron en ese lugar y pudieron ver con tristeza que los animalitos estaban detrás de rejas. Pasaron por la jaula de los monos que los saludaron muy contentos. Tenían un espacio muuuuuy grande con hamacas, troncos y juguetes para entretenerse.
- No se los ve muy mal ¿verdad? – dijo Gati.
- Es verdad, parecen contentos. ¿Entramos a charlar con ellos? – propuso Leoni.
- Sí, entremos.
Los monos los hicieron sentar en una silla, les dieron agua para tomar y les contaron cómo es la vida en el zoo. Luego los animaron a seguir recorriéndolo.
- Buenas noches, mi nombre es Coqueta, soy mona y muy linda. Tanto que me gusta ponerme moños en la cabeza, usar guantes y collares y colgármelos del cuello – dijo una mona que era una verdadera monada.
- Hola, nosotros somos Leoni y Gati. Venimos a rescatar de su prisión a los animales acá guardados.
- ¿Y por qué suponen que queremos irnos? – dijo la mona Coqueta.
- Porque nadie quiere vivir sin libertad – contestó uno de los gatitos.
- Estás equivocado. Nos tratan muy bien y tenemos mucho espacio para jugar.
- Pues vamos a preguntarles a los tigres, nuestros hermanos mayores – contestó muy empecinado Leoni.
- Vayan y verán cómo les va con ellos…Pero cuidado que son muy peligrosos…no se acerquen mucho.
Los tercos gatitos querían dejar en libertad a los tigres y a los leones para que pudieran volver a la selva. No se imaginaban el peligro que podían correr. Fue así que llegaron a la jaula de los tigres de Bengala, los más temidos del zoo.
- Hola, hermanito ¿cómo estás?...venimos a abrirles la puerta para que regresen a su hogar – dijo Leoni acercándose al tigre mayor.
- Pero este es nuestro hogar, nacimos acá…¿Y tú quien eres enano?
- ¿Yo…nosotros?...somos unos gatos, tus primos-hermanos – contestó Leoni temblando.
- Ven acércate más que quiero verte mejor…Ven…ven – dijo el tigre con voz engañosa.
Mientras tanto, en la casa, ya se habían percatado de la ausencia de Leoni. Y fue su papá Jerónimo quien decidió salir en su recate. Los gatos vagabundos del callejón ya le habían contado sobre la idea que tenían los traviesos muchachos para liberar a los animales del zoológico. Por eso, en esa dirección se fue el esposo de Nieve.
- ¡Encuéntralos y tráelos sanos y salvos! – dijo la gata-madre.
- No te preocupes que son pequeños pero inteligentes y las aventuras solo les ayudarán a crecer ...pero no temas, los traeré pronto.
Jerónimo quería ser el héroe de Nieve y se fue a cumplir con su misión. Llegó al zoológico muy entrada la noche. Muy sigiloso, se asomó entre unos arbustos cercanos, a la jaula de los tigres. Pudo ver con gran asombro que su hijito Leoni se encontraba tirado y herido en un rincón de la misma. Estaba inconciente y cerca de él un tigre se afanaba en hacerlo revivir.
- No se qué pasó, yo solo le dí una caricia para darle la bienvenida y él cayó desmayado – dijo el tigre.
- Pero una caricia tuya es como un zarpazo para nosotros y más aún para un gatito pequeño como Leoni…¡Tigre bruto, tigre torpe! – gritó Jerónimo retando con dureza al tigre que pronto se largó a llorar.
- ¡Perdóname, perdóname, no quería hacerle daño!...¡buaaaa!...Lo llevaremos a la veterinaria del zoo. Vamos, súbanse a mi lomo que yo los alcanzaré.
Jerónimo levantó a su hijito inconciente y se subió con él sobre la espalda del tigre de Bengala quien de un salto ya estaba afuera de la reja y de otro salto llegó a la puerta de la enfermería.
- Los dejo acá, no quiero que el doctor vea que salí de mi casa – dijo el tigre.
- Muy bien, vete, me arreglaré solo…nos vemos – contestó el gato que ya había perdonado al tigre, luego de verlo llorar.
El buen doctor curó a Leoni de su herida en el hocico y lo depositó en una camilla muy cómoda a esperar que se despertara.
- Tú quédate con él. Tu hijo se desmayó del susto, no tiene nada pues el zarpazo fue muy débil. Solo está dormido. Acomódate junto a él y espera que se despierte - dijo el veterinario a Jerónimo que también estaba cansado por todo lo que había tenido que pasar ese día. Se acostó y se durmió junto a Leoni.
“Qué gatito aventurero…no gano para sustos” pensó antes de entrar en un reparador sueño.
(Continuará)
Lindo texto y lindas fotos, Any.
ResponderEliminarManolo
Gracias amigo, fotos y texto fueron surgiendo a la par...Ya estoy llegando al final de esta historia... aún faltan dos capítulos...Luego me dirás qué te parece en su conjunto...Besos...Any
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