Un olvido murió
sobre el banco roto,
llantos encarbonados
cubrieron las chapas
y la miseria sintió
alegría de nieve santa.
Nubes grises danzaron
en giros helados,
explosión del cielo,
regalo divino.
Copos pequeños refrescaron
las ávidas bocas risueñas
en horas silenciosas
de suave caída blanca.
Con infantiles gritos
como humildes remiendos,
tembló Buenos Aires
de frío asombrado
¡Nieve!
¡Nieve!
Rozaron las varitas,
el invierno porteño.
ANY CARMONA
*Del libro Luz de soledad
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