Melena estaba muy asustada al llegar a la cabaña del niño de la montaña, el nieto de su viejo amo. Llegó caminando despacito, paso a paso, tratando de no resbalarse. Por suerte el niño era muy cuidadoso e iba diciéndole dónde tenía que poner las patas.
- Cuidado, yegüita blanca, cuidado, no te vayas a tropezar. Pronto vendrá el doctor y te curará esa herida.
- Iiiiiiiiiiiiiiiiii!!- Respondió Melena. En ese momento hubiera querido hablar. Decirle al niño que no se olvidara de su hijito, el potrillo que se había quedado solo en la montaña, que era muy chiquito y bastante inútil cuando de arreglárselas solo se trataba. Estaba preocupada…
- Ya se que dejaste solo a tu potrillo bayo, no te preocupes que luego iré a buscarlo – Le dijo el niño.
Melena se acostó sobre un montículo de heno y cerró los ojos, la pata le dolía mucho y trató de descansar y de no pensar en nada. Cuando despertó medio atontada vio a un hombre con bata blanca mirándola y acariciándole el lomo.
- Al fin volviste en ti, luego de la anestesia. Tu patita está cosida y arreglada. Ahora debes beber esto y verás que pronto estarás como nueva – Le dio una poción rara que sabía amargo, más amargo que una hoja de cardo silvestre. Pero se la tragó tal cual le ordenaba ese señor.
- Muy bien, eres una buena chica, ahora duerme.
Melena cerró los ojos y durmió por largas horas. Cuando se despertó ya había amanecido. ¡Qué alegría sintió cuando miró hacia la alambrada del corral y vio a Tofi, su adorado hijo, que yacía junto a esta. Se paró con dificultad y caminó lentamente hacia él. Dormía.
- Tofi, Tofi, despierta, mira cómo quedó mi pata – Y lo empujaba con el hocico para que reaccionara.
- Maaaaaaa, qué suerte que estás bien. ¡Mamita, te quiero mucho! – Gritó de alegría Potri, el pequeño caballito color tostado, mientras se paraba para acompañar a su madre a tomar agua en el bebedero.
- Potri, hijito, ahora nos quedaremos en esta casa donde nos cuidarán muy bien. Tu nuevo amito es el niño que me salvó anoche de morir desangrada. Se llama Tofi igual que su abuelo y vive con su padre en este lugar.
¡Qué felices fueron Melena y Potri por estar a salvo!
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