El libro es nuestro amigo

El libro es nuestro amigo
El libro es nuestro amigo. Cuando un niño o un adolescente leen tiene la posibilidad de asomarse a mundos inusitados

El valor de las letras

Cuando un niño o un adolescente lee, vuela con su imaginación al infinito. Las letras nos hacen cabalgar sobre mundos extraordinarios, ser princesas entre castillos de ensueño, héroes salvadores de la humanidad o alegres saltamontes rodeados de mariposas y ráfagas de brisas primaverales. Podemos elevarnos con la quilla de algún barco pirata, saltar de una nave hacia el espacio sideral o cruzar la puerta de la realidad hacia sitios fantásticos. La literatura es magia para nuestra primera infancia tanto como aventura en la adolescencia o pasión en la juventud. Los cuentos, poemas y relatos son las alas del alma.

¡Como Alicia en el País de las Maravillas...pasemos juntos del otro lado!


Any Carmona

jueves, 22 de julio de 2010

BLANCA, NIEVE Y SUS AMIGOS por Any Carmona - (Desde 6 años)

Capítulo I: Hacia la aventura

Blanca era una niña pequeña que tenía una gata llamada Nieve por su pelaje blanco níveo que la hacía parecer un verdadero copo de nieve. Ella jugaba con su mascota todo el día. La acariciaba y la hacía maullar. En las horas que Blanca no estaba en el colegio se dedicaba a cuidar la quinta de su madre, trabajo que hacía con gran dedicación acompañada por Nieve. Caminaban, regaban el sembradío de hortalizas y árboles frutales y de tanto en tanto juntaban frutas para regalar, vender o llevar al hogar.


Una tarde su mamá Cecilia le dijo a Blanca que fuera al huerto a preparar una gran canasta con frutas para llevarle a Don Ramón, el productor de miel que vivía en Las Costas, a un kilómetro de allí. Salieron Blanca y Nieve para entregar el pedido y caminaron rápidamente bordeando el camino. El sol caía oblicuo y pronto se ocultaría. Debían apurarse pero se sintieron cansadas y pararon unos minutos en un reparo a tomar aliento. No advirtieron que pasó más de media hora y que aún les faltaba un largo trecho por recorrer. Para cuando llegaron a la casa del apicultor, se había hecho de noche.
- Blanca, te esperaba más temprano –dijo el hombre parado en la puerta de la tranquera.
- Sí, se nos hizo tarde, no nos dimos cuenta – contestó la niña.
- Ahora creo que sería mejor que pasaran la noche aquí con mi señora y conmigo, ¿no te parece?
- Pero mi mamá se preocupará y no tengo cómo avisarle.
Don Ramón además de producir miel, tenía un lindo pasatiempo: criaba y adiestraba palomas mensajeras que eran muy útiles y famosas en esa región.
- Descuida, yo enviaré a una de mis palomas con un mensaje y tu madre se quedará tranquila – le dijo a la niña calzándose el delantal que tenía un gran bolsillo con cintillos para las patas de sus palomas mensajeras.
- Mandaré a Pablo, el palomo blanco más rápido que tengo. Ya regreso – continuó diciendo y luego partió a la cabaña de las palomas a enviar el mensaje.
Blanca entró en la casa y vio a Susana, la esposa de Don Ramón, preparando la cena.
-Hola Blanquita, ¿cómo estás?... ¿cansada? – dijo Susana poniendo sobre la mesa un plato con pan casero y una taza de café con leche –Toma, ve comiendo algo hasta que esté la cena…y para tu gatita un plato de leche tibia será lo mejor…Ven Nieve, ven a tomar la lechita.
La señora puso un pozuelo de leche al lado del plato de Jerónimo, el gato de la casa que se había escondido bajo un periódico al ver llegar a Nieve y a su dueña. Desde allí miraba a las visitantes un tanto tímido y emocionado por la llegada de una felina tan hermosa.

Mientras tanto el palomo Pablo volaba por sobre los campos a gran velocidad guiándose por los últimos rayos de luz que quedaban en el firmamento y pronto llegó a la casa-quinta de la familia de Blanca. Golpeteando con su piquito en el ventanuco del altillo, logró que la mamá notara su presencia. Puso su pata en la mano de ella para entregarle la esquela y vio cómo se anoticiaba de lo sucedido a Blanca y su gatita, quedándose tranquila porque esa noche dormirían seguras al calor del hogar de los apicultores.
Pablo levantó vuelo y regresó ya de noche a su palomar donde lo esperaba una pequeña paloma moteada que era su compañera.
- ¡Pablo, Pablito! al fin regresaste, le dijo a su esposo-palomo, la palomita Oma.
- Hola mujer, no te inquietes que ya estoy en casa.
- Y ambos se acurrucaron en el nido junto a sus polluelos.



Entrada la noche, una luna recién levantada se reía en el horizonte, detrás de los pinos. En la Villa San Lorenzo todo estaba en calma. Nieve dejó que su amita se durmiera para salir luego a saludar a su amiga la luna, que estaba llena. Se apostó en el vilo de la ventana y se puso a pensar en Jerónimo…”¿Qué le pasará a este gato tan callado y tan tímido? Ni un saludo nos ha dado. Luna-lunera…¿tú tienes la respuesta?” Pero la luna solo seguía sonriendo con su cara redonda y feliz.




(Continuará)

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