El libro es nuestro amigo

El libro es nuestro amigo
El libro es nuestro amigo. Cuando un niño o un adolescente leen tiene la posibilidad de asomarse a mundos inusitados

El valor de las letras

Cuando un niño o un adolescente lee, vuela con su imaginación al infinito. Las letras nos hacen cabalgar sobre mundos extraordinarios, ser princesas entre castillos de ensueño, héroes salvadores de la humanidad o alegres saltamontes rodeados de mariposas y ráfagas de brisas primaverales. Podemos elevarnos con la quilla de algún barco pirata, saltar de una nave hacia el espacio sideral o cruzar la puerta de la realidad hacia sitios fantásticos. La literatura es magia para nuestra primera infancia tanto como aventura en la adolescencia o pasión en la juventud. Los cuentos, poemas y relatos son las alas del alma.

¡Como Alicia en el País de las Maravillas...pasemos juntos del otro lado!


Any Carmona

lunes, 22 de noviembre de 2010

LA CASONA ENCANTADA Y EL PAVO REAL cuento de Any Carmona

INTRODUCCIÓN:


Había una vez en un país llamado Lágrima, en aquellos años feudales de caudillos y damas antiguas, una muchachita que era llamada Princesa de las Pampas. Vivía con su padre en una gran propiedad, una casona colonial que se erigía en medio de un extenso bosque donde corrían varios arroyos y donde una gran variedad de especies de animales y plantas, surcaban su suelo.
La princesita se llamaba Cándida y su padre era nada menos que el Gobernador Antonio Cabeza de Vaca. Un señor bastante temido por todos debido a su arrogancia y autoritarismo. Había ordenado, entre otras cosas que su hija no saliera del palacio sin su autorización ya que pensaba que en la gran casona no debía faltar nada y que todo lo que necesitara su niña debía serle traído desde el mercado o desde el exterior, si fuera necesario
Formaban la corte de la Princesa Cándida, varias jóvenes hijas de otros señores de la Pampa que por ser tan amigas de la Niña, habían sido asignadas a su servicio de compañía. Así las señoritas Azucena Baldazarre, María de las Mercedes Gutiérrez y León, Camila Barrotaveña y Mirian Calderón, se hicieron asiduas huéspedes del Palacio y se dedicaron a “entretener” a la Princesa Cándida Cabeza de Vaca.
El castillo del Gobernador Señor de las Pampas, estaba bordeado por caseríos en donde vivían todos los sirvientes, formando una verdadera ciudadela en medio del bosque.
Era sabido que ese gran castillo estaba encantado debido a muchas cosas que venían sucediendo desde tiempo atrás. Porque desde que la Señora, madre de la Niña había caído enferma y recluida en el torreón, una curandera y hechicera llamada Juana, venía todos los días a atenderla y era ella quien había lanzado un conjuro hacia el lugar. Los sirvientes no sabían qué pensar porque las desgracias caían una tras otra sobre la casona y nada de lo que pudieran hacer ellos, hacía que dejaran de suceder tales hechos.


CAPÍTULO I: Como estatuas de hielo


El siguiente hecho sucedió en el año que llegó el invierno e hizo tanto frío que toda la leña de la comarca no alcanzó para proveer a la casona de calor. La princesita tenía dieciseis años de edad.
Justo en ese momento el Gobernador estaba muy ocupado haciendo planes para instalar todas las comodidades que existían en la época pero no llegó a tiempo de calentar su residencia.
Una mañana Cándida se despertó muerta de frío. Miró hacia la ventana y vio que el vidrio estaba escarchado a pesar de contar con una cortina gruesa que lo tapaba por fuera.

- ¡Padre, padre!...¡Tengo frío!...¿Qué sucede, es que no hay leña?...¡María, ven pronto! – Llamó la Niña a su padre y a su criada.
La criada acudió a verla y ya estaba ella misma envuelta con un manto muy grande de lana de oveja que le tapaba las orejas y la boca.

- Hoy ha amanecido gélido y no alcanza la leña para luchar contra tanto frío – Dijo María trayendo varias mantas para tapar a Cándida.
- ¡Grrrrrrrrrrrr!...no puedo más del frío - Dijo la niña y se acurrucó nuevamente en su cama debajo de una montaña de frazadas.


Miraron afuera y vieron que todo estaba congelado, petrificado por el frío. Poco a poco comenzaron a congelarse los arroyos, los árboles y las flores. Las personas quedaron hechas estatuas de hielo y solo dentro del palacio sus habitantes pudieron mantenerse con vida gracias a las carretadas de leña que llegaban de todos lados por orden del Gobernador Cabeza de Vaca. La Niña Cándida tuvo que vestirse con vestidos de fieltro y andar por la casa con guantes, gorro y bufanda y sus amigas decidieron volver a sus hogares hasta que pasara el invierno. Porque afuera del bosque el clima era mucho más benigno y si bien hacía frío, era soportable. Cándida se sentía igual que una escultura de hielo o una muñeca de nieve. Fue allí cuando comprendieron que eran víctimas de un hechizo y que debían hacer algo para deshacer ese mal.

El Señor de las Pampas mandó llamar a un duende del bosque, famoso por luchar contra conjuros, hechizos, maleficios y otras yerbas. Era el Petiso o Duende de luz, quien acudió luego de asegurarse bien que sería muy bien tratado por la gente del lugar. Como era un duende bueno ayudó al Gobernador y a su hija. Saltando aquí y allá y tocando con una vara de madera cada rincón, levantó el maleficio que había caído sobre la casona, la estancia y el bosque. Se derritieron los hielos. Revivió la gente y la Naturaleza se despertó.
He aquí la historia del primer gran desastre que aconteció en las Pampas del País Lágrima. Porque hubo muchos más, lamentablemente...



(Continuará)

2 comentarios:

  1. Querida Profe: ¡Me encantó este cuento!...Esperaré la continuación...Besos...Alba Liliana González

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  2. Gracias Alba, estoy muy contenta de verte quí...besos...Any

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